El verano trae consigo días más largos, vacaciones y la invitación a disfrutar del aire libre. Sin embargo, también es una estación en la que nuestro cuerpo se expone a condiciones particulares que pueden derivar en problemas de salud específicos. El calor, la humedad, la exposición solar y los cambios en nuestros hábitos son factores que propician la aparición de ciertas dolencias. Estar informados sobre ellas es el primer paso para prevenirlas y disfrutar de un verano sin sobresaltos. Hoy, en MyCAXA, hablamos sobre los problemas de salud más frecuentes en verano y su prevención.
Problemas de salud más frecuentes en verano
Deshidratación y golpes de calor
Sin duda, la deshidratación y sus consecuencias son los riesgos más directos del verano.
Las altas temperaturas hacen que nuestro cuerpo sude más para regular la temperatura interna, perdiendo líquidos y electrolitos esenciales. Si no reponemos estos líquidos adecuadamente, podemos caer en la deshidratación, que se manifiesta con síntomas como boca seca, sed intensa, orina oscura, fatiga y mareos.
Un paso más allá de la deshidratación es el golpe de calor, una emergencia médica grave que ocurre cuando el cuerpo no puede regular su temperatura y esta se eleva rápidamente a niveles peligrosos (por encima de 40°C).
Los síntomas incluyen confusión, piel caliente y seca (o sudorosa si el golpe de calor es por esfuerzo), convulsiones e incluso pérdida de conocimiento. Es crucial buscar atención médica inmediata ante cualquier sospecha de golpe de calor.
Su prevención se basa en hidratarse regularmente, evitar la exposición al sol en las horas centrales del día y utilizar ropa ligera y transpirable.
Problemas dermatológicos
Por otro lado, los dermatológicos se encuentran entre los problemas de salud más frecuentes en verano. Y es que la piel es nuestra primera línea de defensa y la más expuesta durante el verano.
La exposición excesiva sin protección adecuada lleva a quemaduras, que van desde enrojecimiento y dolor hasta ampollas. A largo plazo, las quemaduras solares aumentan el riesgo de cáncer de piel.
También pueden darse las fotodermatosis. Son reacciones cutáneas anormales a la luz solar, que pueden manifestarse como erupciones con picazón, enrojecimiento o ampollas. Algunas son idiopáticas (sin causa conocida), otras son causadas por medicamentos (fotosensibilidad) o por contacto con ciertas plantas.
Además, la exposición crónica al sol acelera el envejecimiento de la piel, provocando arrugas, flacidez y la aparición de lentigos solares (manchas marrones).
Usar protector solar de amplio espectro, reaplicarlo cada dos horas, evitar la exposición prolongada y utilizar sombreros y gafas de sol, son clave.
Infecciones
Con el calor, los alimentos se descomponen más rápidamente y las bacterias proliferan con mayor facilidad. Esto incrementa el riesgo de intoxicaciones alimentarias o gastroenteritis.
El consumo de alimentos en mal estado (especialmente en picnics o barbacoas al aire libre), el agua contaminada o la falta de higiene en la manipulación de alimentos son causas comunes. Los síntomas incluyen náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal y fiebre.
Para evitarlas, hay que mantener una correcta higiene alimentaria, refrigerar bien los alimentos, evitar el consumo de agua no potable y lavarse las manos con frecuencia.
La humedad prolongada por el uso de bañadores mojados y el calor favorece el crecimiento de bacterias y hongos, lo que incrementa los casos de infecciones urinarias y ginecológicas, especialmente en mujeres.
Los síntomas pueden incluir escozor al orinar, molestias pélvicas, flujo alterado o picor genital.
Para prevenirlas, conviene cambiarse el bañador tras el baño, mantener una buena higiene íntima y beber suficiente agua.
Otros problemas de salud más frecuentes en verano
Las actividades acuáticas, tan populares en verano, son un caldo de cultivo para ciertas infecciones.
La humedad prolongada en el canal auditivo, combinada con la presencia de bacterias u hongos en el agua de piscinas o playas, puede causar inflamación e infección del oído externo, otitis, provocando dolor intenso.
Por su parte, el cloro de las piscinas, la sal del mar, la arena y la mayor exposición a alérgenos o agentes irritantes pueden irritar los ojos y causar conjuntivitis. Esta se manifiesta con enrojecimiento, picazón, lagrimeo y secreciones.
Para evitar las otitis, hay que secar bien los oídos tras el baño, evitar introducir objetos en el canal auditivo y usar tapones si se tiene tendencia a sufrir otitis.
Picaduras de insectos y reacciones alérgicas
A su vez, el aumento de temperaturas y la proliferación de vegetación en verano traen consigo un incremento en la actividad de insectos como mosquitos, avispas, abejas o garrapatas.
Sus picaduras pueden ser molestas, causar reacciones locales (hinchazón, enrojecimiento, picor) y, en personas sensibles, desencadenar reacciones alérgicas graves (anafilaxia). Las garrapatas, además, pueden transmitir enfermedades como la enfermedad de Lyme.
En este caso, es vital usar repelentes de insectos, vestir ropa clara y de manga larga en zonas de riesgo, y revisar la piel tras paseos por el campo.
Finalmente, las personas con problemas de circulación, como varices o insuficiencia venosa, pueden experimentar un empeoramiento de sus síntomas en verano.
El calor provoca la dilatación de las venas, lo que dificulta el retorno de la sangre al corazón y puede llevar a hinchazón de piernas y tobillos, sensación de pesadez y dolor.
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